Por Nea Rattagan
Abrir un proceso de búsqueda e investigación sensible requiere de valor. Exponerse después de mostrarlo y con el cuerpo afectivo todavía sonando, a las miradas, dudas, preguntas que devuelven los participantes, es un acto de mayor valentía aún.

Así comienza esta propuesta donde el hecho de sumergirse en el tiempo, en la materia, en la sensación, en los sonidos y ecos físicos, se convierte en una apuesta común. Tanto como las palabras que circulan al final.

El espacio fabril, despejado y amplio, en donde sucede esta experiencia, construye por sí mismo una temporalidad. El recorte del suelo con su cuadrícula binaria, arma una geometría particular. Los techos altísimos y las distancias entre las paredes, ya son una carga plagada de densidades que además deben convivir con la repercusión sonora.

Una chica va alineando meticulosamente unas varillas de cablecanal sobre el suelo. Se toma todo el tiempo que la tarea requiere. Aparece la noción de trabajo, de acción concreta con un fin determinado: colocar las varillas en paralelo manteniendo una distancia simétrica.

El inicio es un orden que se convertirá en caos. Es la calma silenciosa antes de la tormenta sonora.

El objeto tiene dos caras, una habitualmente invisible que está a la vista en este momento, alternándose con la blanca, y generando otra serie binaria.

Las cinco mujeres que participan, exploran el material en secuencias temporales similares que la acción distribuye. La materialidad y la movilidad del elemento son cruciales en el desarrollo de toda la experiencia.

Una vez que explota la escena con la inclusión de todas ellas, las situaciones varían desde las posibilidades que les brinda el material concreto. Su rigidez y/o flexibilidad, su movimiento, los sonidos que produce al chocarse entre sí o con el suelo, al arrastrarse, al sacudirse, al temblar.

El movimiento reverbera en los cuerpos como el eco en la sala. El sonido se multiplica acompañado por un músico que monta sobre ellas una partitura, desprendida a su vez de lo que ellas articulan sonoramente con el objeto, que se amplifica por medio de micrófonos ocultos y conexiones.

Estas corporalidades son cables que canalizan movimientos, energías, sonoridades, espacialidades. Circulan el espacio tiempo como ondas electromagnéticas que a veces se sacuden con violencia y otras se suspenden en breves letargos, como una escritura.

Los cuerpos movidos y movientes parecen crear una caligrafía sonora y corpórea que escribe en el tiempo una sensibilidad posible.
Sobre provocaciones Recurrir al tiempo
Reverberaciones sensibles