día 8
Sobre OBRA: Arqueologías del Futuro II
El Encuentro Internacional de Danza Contemporánea, Performance y Conocimiento cerro este sábado con un muy buen espectáculo que presenta características absolutamente opuestas y que en ese sentido reflejan muy bien la gran amplitud del proyecto “Arqueologías del futuro” que la coreógrafa Alina Folini y su equipo inició hace un año, y que en esta II edición contó siempre con entrada gratuita. Así se presento “Acapela”, de la chilena Javiera Peón-Veiga, una obra ubicada dentro de un globo, muy extraña y muy interesante.

“Acapela” encuentra en la insistencia de una idea –alteraciones en la respiración repetidas hasta la extenuación por el grupo de bailarines mientras el globo que nos contiene se moviliza con el aire- encuentra en esa prolongada repetición con pequeñas variaciones su elemento más potente, por otra parte muy original y que alcanza un estadio de rara belleza. Esta pieza que quizás puede ser un poco críptica para un público no iniciado, es también una expansiva fiesta de danza que se desarrolla dentro de un globo: los numerosos bailarines de Acapela se deslizan por el cauce de deliciosas exhalaciones de otros tiempos, se organizan en grupos, en dúos, hacen algunos solos, respiran con el público, todo ordenado por las ideas de una coreógrafa sensible y experimentada como Peón-Veiga.


Durante dos años, el Encuentro Internacional de Danza Contemporánea, Performance y Conocimiento, ofreció un abanico enorme de propuestas. Mil y una maneras de acercar a la gente a la danza, ese arte maravilloso.




Danza con todos
Acapela
“A capela (en italiano: a cappella, ‘como en la capilla’) es la forma de crear música únicamente a través de la voz humana generando los sonidos, ritmo, melodía y armonía necesaria sin necesidad de ningún tipo de instrumento musical.”

Los sentidos atentos entran en esta burbuja blanca, aséptica, futurista. Una capilla de imagen higiénica. Aislamiento para seres no identificados.

Dentro, unos trogloditas, mutantes, prehistóricos seres.

Todo es blanco. La membrana medusa que nos engloba, el vestuario de los seres performers, las luces. Es una respiración profunda, en quietud y silencio, salvo el vaivén susurrante del aire.

La percepción se agudiza. El espacio es piel y oxígeno. Intercambio de gases que suenan, que vibran, que rozan el cuerpo de los presentes.

La tribu alienígena continúa su ritual de inhalación y exhalación. Se mueven, se acercan hasta tocarse. Empiezan a emitir frecuencias que los comunican. Crean una música extraña, rítmica, armonías guturales intergalácticas.

¿Qué son estos seres anfibios que se ahogan fuera del agua, este rebaño atravesado por cuerdas vocales?

Parecen nómades en una dimensión corpórea potente. Respiran y sudan en conjunto. Masa de cuerpos que combaten por razones que no existen. Anonadados en su globo medular, se absorben entre sí, se soplan, se contactan.

Abren sus ojos reptiles y nos intoxican con el dióxido que emiten sus exhalaciones salvajes.

A través de un microscopio gigante, vemos cómo estos seres bacteriológicos entran progresivamente en descomposición.

De golpe, se abre la burbuja capilla y son eliminados por una evolucionada máquina de aire ante la mirada estupefacta del público humano.
Sobre OBRA: Acapela
Este texto es un robo de CAT.
La nota extensa sobre otra cuestión corresponde a una publicación de la sección Espectaculos de Clarín.
«Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas. Somos el medio para que el Cosmos se conozca a sí mismo». Carl Sagan

El piso ha sido trazado, diferentes lineas se entrecruzan para quedar intrínsecamente en peligro de colisión, los bailarines comienzan entonces a recorrer sus orbitas a sabiendas de la fragilidad que enfrentaran a medida que el movimiento avance.

Pienso en como de alguna manera todos somos orbitas, nos desplazamos en orbitas preconcebidas a la espera de que en algún momento se desarrolle un encuentro, una particularidad que sutilmente o violentamente nos haga perdernos en una órbita nueva que contenga a quienes participan de ella. En mi segunda visita a Arqueologías ya siento que mi orbita se volvió a trazar en una inclusión de este Encuentro, recién llego a Santiago y frente al ordenador ya planeo las posibilidades de el próximo diciembre volver.

Los bailarines ahora “desorbitados” intentan continuar desde sus desplazamientos e individualidades de movimiento haciendo un referente hacia la órbita ya desdibujada, cada vez más la entropía se encarga de dificultar la posibilidad de reencausarse.


Y entonces, ¿Cómo estar siempre renovándose en el acto de orbitar, como evitar la inevitable entropía, el desgaste propio que está en volver a reunirse en torno a una misma instancia?. Quizás este en la libertad de permitirse que no ocurra, que ocurra de manera diferente, desde otra disposición, desde otro lugar, volver a ese punto sin necesariamente seguir el mismo camino, un potencial de convergencia que se alimenta de las nuevas circunstancias de quienes los visitan, ser en si mismo una particularidad, como un eclipse o una alineación planetaria, matemáticamente equilibrada, esperada, pero no por eso predecible o libre de asombro.

Un verdadero Encuentro donde las diferentes formas, voluntades, inquietudes y discursos parecen afectarse unos a otros, desplazándose levemente desde el centro con que venían, poniéndose en dinámicas de estar siendo, compartiendo, mirando. Algunos, las visitas, con un transitar más marcado, otros, los locales, con la posibilidad de retener y revisar quizás esas dinámicas poderlas revisitar.

Las orbitas entonces que hemos trazado para encontrarnos vuelven a su curso “natural” ligeramente alteradas y como tales algunas volverán a pasar por donde mismo el próximo año y otras, las más, no lo harán porque sus orbitas recalibradas se habrán topado con otras que siempre se cruzaban pero no podían sincronizar.

Los bailarines se detienen, las orbitas siguen trazadas en el suelo, las orbitas no han cambiado, pero ya no son las mismas.
Sobre: Arqueologías del futuro edición II
A manera de Epílogo a partir de la Obra "Algunos humanos tratando de hacer algo"
Haciendo la fila para entrar acapela, pensaba en las acepciones del término. Estaba segura de saber lo que era acapela, no pensaba en definiciones específicas tampoco, solo era una palabra que me generaba un concepto sensorial. Como esas palabras que uno directamente vincula con algo, pero no se detiene a pensar exactamente en un significado.
Eran las 20.10, nos sacabamos los zapatos, nos despojabamos de nuestras pertenencias y entrabamos a Acapela* o entrabamos acapela, con el cuerpo sin necesidad de acompañamiento.
Me encontraba continuamente transfigurando la palabra como si quisiera decir mil otras cosas: ir juntos, ir solo, ir a un lugar, hacer silencio, hacer espacio, hacer grupo, dar comienzo.
Dar comienzo a un relato, dar comienzo a la historia de la respiración y a como el humano deviene cuerpo a través de la respiración (porque uno no empieza a respirar un día, uno respiró siempre, y un día se dio cuenta de que inhalaba y exhalaba. Si no lo pasó por alto y se detuvo allí, midiendo el tiempo, llenando sus pulmones de aire fresco y expulsando dióxido de carbono, distraído con la recurrencia del asunto, devino cuerpo).
Acapela se detuvo allí, como si en cada respiración hubiera algo y al mismo tiempo se transformara en otra cosa. ¿Existe la ficción en la respiración? ¿o existe una posible magia? En aquel momento no me parecía imposible que estuvieran cerca a transformarse realmente en otra cosa material, en algún animal. Volvía a pensar en una historia de la respiración, un recorrido por el uso y la investigación experiencial de la misma a través del tiempo. Había algo en esa potencia, en ese devenir cuerpo que construye un tránsito infinito, algo que comienza a crecer y que pareciera estar siempre en relación de potencia.
Un trabajo completo, uno no es cuerpo un día, uno fue cuerpo siempre.

*la obra es y transcurre dentro de un globo gigante.







Sobre OBRA: Acapela
Como ser acapela
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