Profanidad, pagana, pura,

precisa
Tengo en la punta de la lengua las palabras profanidad y profundidad. Sin embargo mi memoria me pide que escriba la palabra pagana. Y pura. Adjetivo que titila acá y ahora, de ayer y anoche. Bailarina que se devora todos esos vocablos que empiezan con p. Esqueleto de una mujer que es consciente de sus naturalezas indefinidas. Ambigüedad que delira precisión, que diluye las fronteras del misterio para atravesarlas con más decisión. Urgencias pequeñas, temores ficticios. Sus pensamientos se sirven un banquete de pasados bailados, agitados y remotos. Su cerebelo lleva consigo un cazamariposas de atemporalidades impalpables. “El cuerpo debió cruzar los desiertos, las guerras, el calor romano y el de los desiertos, la hediondez de las galeras, del exilio. Y luego, no se sabe nada más. (…) Sigue siendo alta. Es alta, flaca. Está delgada, tiene la delgadez de la muerte”1. Muerte insensata, está ahí porque alguien la nombró. Fábrica de eventos, de rarezas minuciosas. Los mensajes subliminales predilectos. Los que se quedan pegados al inconsciente y sacuden la incertidumbre para que ella se torne cada vez menos condescendiente. “La piel del cuerpo está ahora separada del cuerpo, del esqueleto. La piel es oscura, transparente, fina como la seda, frágil”2.
1 y 2: “Escribir”, Marguerite Duras.
Por Josefina Imfeld
Sobre apertura residencia Clarissa Sachelli