Entre el ojo y el oído
“El sonido nos agrupa, nos rige, nos organiza. Pero abrimos el sonido en nosotros. Si prestamos atención a sonidos idénticos que se repiten a intervalos regulares, no por eso los escuchamos como una unidad. Los organizamos espontáneamente en grupos de dos o cuatro sonidos. Alguna vez en grupos de tres, raramente de cinco; nunca más allá. Y entonces no son los sonidos los que parecen repetirse: nos parece que los grupos se suceden unos a otros. Lo que se agrega y se segrega de este modo es el tiempo mismo”
Extracto de El odio a la música, de Pacal Quinard.


El sonido tiene la cualidad de estar impregnando el espacio, afectando de modo singular, generando una especie de atmósfera estable, diferente para todxs. Podemos dejar de escucharlo, o podemos incorporarlo desde otro lugar, acoplarlo a una imagen. Saltar la cerca de la visión a través de ese acople.

No puedo pensar lo que otros escuchan, así como no puedo escuchar los pensamientos de otros, al modo de la telepatía, aunque considero ese espacio donde un pensamiento tiñe las afecciones, la empatía, el contagio de lo que acontece.

El sonido del cable canal, material que activa al espacio en la obra Recurrir al tiempo de Jor Mongan, sostiene una actividad de la escucha del espectador que nos torna oyentes de una expectación visual.

En la relación oído-ojo, la plasticidad del sonido va acumulando su devenir. Ese material es lo que mueve la escena. Se hace vital no abandonarlo, porque contínua como eco, como lo amasable en el espacio para ser movidas, lo que permea la posibilidad de la acción a acelerar y desacelerar el tiempo en lo que están haciendo.

Hacer presente esa diferencia es el gesto que permanece y resiste aun cuando lo olvidamos, porque el sonido tiene otra posibilidad de memoria en el cuerpo, en el espacio, en el material, en las performers, en lxs espectadorxs.

Considerar ese invisible del sonido nos pone en medio de la pregunta acerca de la frágil relación entre bailar y ser bailado.

En las afecciones políticas de lo mínimo para hacer vivir lo pequeño en su pasión, darle oídos a eso que es informe e intangible, en apariencia.
Por Florencia Carrizo
Sobre provocaciones Recurrir al tiempo